lunes, 22 de octubre de 2007

Bambudal

Hace algunos años tuve un sueño profético. No me di cuenta de la magnitud de la premonición sino hasta mucho tiempo después.
Las revelaciones siempre nos sorprenden en una curva del camino, desde la que no podemos anticipar los sucesos que nos dejarán tasar correctamente esos "golpes de suerte".
El sueño en cuestión fue tan real que por un tiempo hizo tambalear la continuidad de mi memoria.
"Bajaba corriendo por la ladera de una montaña. La vegetación exhuberante me hizo recordar Costa Rica, cerca de la casa que tiene mi abuela allá, aunque bien podría ser también algún cerro en Chiapas o la subida para Huautla, en Oaxaca. La sensación del aire contra mi cara a medida que ganaba velocidad me inundó de una felicidad sosegada, íntima. Corría, tomé impulso y di un gran salto. Un vértigo ingrávido inundaba mis pantorrilas, desbordaba la mirada. A trinta o cuarenta metros del piso, y todavía con la inercia de ese salto formidable mis pies corrieron, tocándolos apenas, por sobre las puntas dobladizas de altos carrizos de bambú".
Hasta ahí el sueño. Recuerdo que la sensación de libertad y felicidad me duró muchos días, luego de disipó entre las absurdas preocupaciones de la cotidineidad.
Años después sentí de nuevo esa sensación de vertiginosa y embriagante felicidad. Fue despierto y el efecto ha durado desde hace más de 27 meses.
Hoy sé que aquel augurio me anunció el rumbo que tenía que seguir para conocer la libertad.